jueves, 13 de junio de 2013

Traveler


Esquina oscura de la ciudad inquieta,
recuerdo opaco de atardeceres de mar.
Todo me lo enseñaste, maestro:
     amar efímeramente
     vivir deprisa
     odiar.

Por ti cargué mis manos de humo y plomo
y mi garganta casi siente la hiel.
Pero el hierro es frío
Y yo soy otro.

Me sigo llenando de ira, blasfemo,
aprieto fuerte los dientes
mi mandíbula se desencaja

Pero no cedo
Yo  ya  no ce do

Y se encalambran mis dedos,
y se abalanzan mis manos

golpe a golpe
 
     sobre las teclas de mi antigua Olivetti

verso a verso
   
     para llenarte de la gracia de mis palabras,

mujer.


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