Se les juntaron las vidas con las mismas encrucijadas,
pero mientras una pedía hechos y no flores,
las otra mendigaba los besos que antes le sobraban.
Quizás encerradas en cárceles de oro distintas, pero con misma llave,
se preguntaban todos los días
no sería más sencillo volar con estas dos alas rotas
que caminar con los ojos vendados.
Con las almas heridas
con la esencia arrinconada en una esquina, al lado de las ilusiones,
embriagadas del "costó demasiado"
dolidas
hundidas
tristes incomprendidas.
Tres llantos les cuesta un abrazo partido.
Veinte ojos y pies de plomo para no errar...
Y aún así,
no decaen,
no se lamentan de lo vivido.
"No me dejaré vencer" se repiten como un mantra
mientras ponen todo su empeño en que las casas no se caígan
mientras luchan en cada suspiro
buscan una tabla a la que asirse, un consejo o una palabra que, desde enfrente,
les asegure que merece la pena
que construyen...
Y que alguien lo ve.
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