Te debía la lluvia,
las horas esperando que pasara el tráfico,
la tempestad del después, cuando nos mirábamos a los ojos.
Te debía mis maletas y mi tiempo,
ese suspendido entre el 'será' y el 'nunca fue',
el que en mí se marcaba como en el reloj del conejo:
"Es tarde. Me voy, me voy, me voy".
Pero no me fui.
Porque te debía la risa,
los afectos,
los abrazos mendigados a la fuerza,
los sollozos, las alegrías.
Te debía un mundo hecho a medida,
donde nadie entraba, donde nadie veía.
Donde, a veces, yo no creía.
Te debía las letras de mis poemas,
las fotografías.
Hasta que me debí a mi misma.
Y me fui.
Hasta que me debí a mi misma.
Y me fui.
1 comentario:
Sólido, me gustó. Pasamos por eso, queramos o no
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