meciéndome sobre las olas que lo gobiernan,
cadenciosa,
sin que el murmullo de la brisa despierte a nadie,
sin turbar el sueño de horas de distancia.
Respirar, y contener en una bocanada los alientos más certeros,
dejarse inundar por el brillo de todas,
extender una mano y encontrar el abrazo,
y, por fin,
descansar sobre vuestros hombros hechos a mí.
Aunque estiro los dedos y nada toco,
y no llega aquí el hálito de mi mar,
ni el olor del té, ni las noches en Santa Ana,
yo sé que estáis aquí,
mujeres valientes.
Respirar, y contener en una bocanada los alientos más certeros,
dejarse inundar por el brillo de todas,
extender una mano y encontrar el abrazo,
y, por fin,
descansar sobre vuestros hombros hechos a mí.
Aunque estiro los dedos y nada toco,
y no llega aquí el hálito de mi mar,
ni el olor del té, ni las noches en Santa Ana,
yo sé que estáis aquí,
mujeres valientes.
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