martes, 10 de agosto de 2010

Carta

Julio de 1823
Querido Insurgente:

Le escribo desde el campamento base. Permanezco acantonada desde hace días con el resto de la tropa, cerca de la frontera. Presiento que se acerca el final de esta contienda. Son muchos años ya de lucha y, a buen seguro, nuestros esfuerzos darán sus frutos pronto.
Oh, mi Insurgente... ¡Son tantas las horas dedicadas en cuerpo y alma a la guerra! Cuando termina la jornada, trato de que otros sean mis desvelos. Me encuentro en el silencio de mi tienda, con la soledad de mis pensamientos... Y planeo otros ataques, otras tácticas de lucha.
Me imagino su cuerpo presa de mis instintos, perturbada su paz por la guerra de mis urgencias, vapuleado en un vaivén continuo pero de intensidad variable; rivalizando por robarle su esencia de hombre en una sinfonía orgiástica de palabras en sotto voce y gemidos.
Pero no puedo evitar que mis propias armas se vuelvan en mi contra. Me abandono y cedo mi cuerpo para que usted lo posea en la distancia. Entonces se apodera y guía mis manos. Primero se entretiene estudiando la orografía, grabando en la mente un mapa de piel. Se pierde en el espacio bajo mi ombligo y lo besa con el deseo tierno. Perfila con mis dedos los límites de la hondonada. Acariciando el leve musgo, busca como un zahorí perdido en la vaguada perfecta. Ahí, mi querido Insurgente, es cuando usted encuentra el manantial y se envicia en sus aguas tranquilas, que son de sal, pero también licor dulce en el que embriargarse.
Hace que mi cuerpo se tense como una cuerda de guitarra; contraigo los muslos, se me entornan los ojos y me arqueo, sumida en un estremecimiento constante. Me destilo y braman todos los poros de mi piel mientras mi voz apenas alcanza para decirle que... está a punto de vencerme... que... no puedo más... que...
Gimo su nombre y en un esfuerzo final me agarro a su espalda como asidero ante un naufragio.
Me poseyó. Me venció, querido Insurgente. Y usted ni siquiera lo supo.
Ahora le busco, pero nuestros encuentros solo son de papel. Llegará el día en que esta guerra impuesta acabe y nos veamos frente a frente. Mientras, sepa que le pienso desde la trinchera.

Suya,

                   C. A.


2 comentarios:

kay dijo...

bienvenida

José Antonio dijo...

Qué clase, qué estilo! Excelente!!!

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